martes, 19 de mayo de 2015

EL NIÑO
Desde que nace hasta los 3 meses de vida:
No hay incidencia genética motriz al nacer. Sólo existen los movimientos masivos incontrolados (no tienen objetivo) que son actitudes reflejas para asegurar la supervivencia (respirar, gritar, tragar, etc.).
Del 4° mes al año:
Adquiere los primeros movimientos coordinados. Cerca del año comienza la marcha y el “habla”.
De 1 a 3 años:
Sus movimientos son lentos y sin firmeza. Se cansan rápidamente y tienen poca concentración.
El aprendizaje continúa siendo global y va adquiriendo algunas conductas simples de las Formas Básicas del Movimiento (agarrar, arrodillar, gatear, caminar, etc.). Al completarse el tercer año ha aumentado su fuerza, velocidad y volumen del movimiento. Las Formas Básicas del Movimiento continúan su desarrollo y al niño le agradan los juegos de ficción y con rol establecido (ej. de mamá, doctor, etc.).

De 4 a 7 años:
En este período se produce el proceso de  “mielinización” [1] que protege y fortalece a las fibras nerviosas, que incide en el desarrollo de las capacidades de coordinación y aprendizaje.
Obtenido el dominio de la mayoría de las Formas Básicas del Movimiento como gatear, caminar, traccionar, escalar, saltar hacia abajo, correr, lanzar…, también mejoran:
·      las combinaciones de movimiento;
·      la ejecución motora;
·      el ritmo;
·      el acoplamiento;
·      la elasticidad de movimientos;
·      el equilibrio;
·      las valencias físicas, especialmente la velocidad y la resistencia aeróbica.
Los grandes cambios se producen alrededor del 5° año de vida. Hasta los 6 años hay una tendencia natural por el exceso de actitudes individualistas y son pocas las incidencias colectivas que acepta.
Esta etapa, con grandes necesidades lúdicas, es propicia para inculcar a los niños:
·      respeto por las reglas del juego;
·      saber ganar y perder;
·      esperar turno para actuar;
·        subordinar intereses individuales a los grupales.
De 7 a 10 años:
Otro buen momento para el desarrollo de la motricidad. Todavía no hay buena atención y concentración para las grandes exigencias deportivas estructuradas y frecuentes.
A partir de los 9/10 años, con variantes lógicas de desarrollo, se puede fijar una media adecuada para iniciarse en los primeros pasos del deporte específico, especialmente en los de conjunto. Las formas del movimiento pueden mejorarse sustancialmente y pueden aprenderse muchas nuevas. Son estos los mejores lapsos para el aprendizaje de las destrezas motoras.
Las capacidades coordinativas y de equilibrio continúan en ascenso y hay un afianzamiento de la relación ojo-mano-objeto.
Las valencias físicas se incrementan pero la flexibilidad empieza a disminuir, por lo que se le debe prestar una especial atención al pasar el tiempo.
Aún en estas etapas, el aparato motor pasivo en general y la columna vertebral en particular, no están todavía lo suficientemente desarrollados y la frecuencia de altas cargas y repeticiones puede producir desgastes y lesiones.
Rasgos característicos del desarrollo óseo:
Excepto los huesos de la región facial, el cráneo y las clavículas, los del tronco y de las extremidades tienen estructura cartilaginosa. El proceso de osificación del esqueleto se completa entre los 22 y 28 años de edad, poniendo fin al aumento de estatura de una persona. La osificación es un proceso en el que las células transformadoras de los cartílagos eliminan a éstos y, en su lugar, las células osificadoras forman el tejido óseo. El hueso que crece es más elástico y no tan flexiblemente fuerte. Por ello, el esqueleto joven no soporta cargas pesadas como el adulto.
La osificación del esqueleto es un proceso prolongado y complicado, regulado por las hormonas y por el trabajo. La tensión muscular es el principal estímulo funcional responsable del crecimiento de los huesos (Dietrich Harre).
Agrega Pila Teleña que el exceso de entrenamiento puede provocar deformaciones y lesiones, entorpeciendo el crecimiento al generar agotamiento.




[1] Mielinización: es la formación de una vaina de mielina alrededor del axón de la célula nerviosa. Las fibras no mielinizadas conducen el influjo nervioso, pero a velocidad menor que las mielinizadas.

Obtenido el dominio de la mayoría de las Formas Básicas del Movimiento como gatear, caminar, traccionar, escalar, saltar hacia abajo, correr, lanzar…, también mejoran:
·      las combinaciones de movimiento;
·      la ejecución motora;
·      el ritmo;
·      el acoplamiento;
·      la elasticidad de movimientos;
·      el equilibrio;
·      las valencias físicas, especialmente la velocidad y la resistencia aeróbica.
Los grandes cambios se producen alrededor del 5° año de vida. Hasta los 6 años hay una tendencia natural por el exceso de actitudes individualistas y son pocas las incidencias colectivas que acepta.
Esta etapa, con grandes necesidades lúdicas, es propicia para inculcar a los niños:
·      respeto por las reglas del juego;
·      saber ganar y perder;
·      esperar turno para actuar;
·        subordinar intereses individuales a los grupales.
De 7 a 10 años:
Otro buen momento para el desarrollo de la motricidad. Todavía no hay buena atención y concentración para las grandes exigencias deportivas estructuradas y frecuentes.
A partir de los 9/10 años, con variantes lógicas de desarrollo, se puede fijar una media adecuada para iniciarse en los primeros pasos del deporte específico, especialmente en los de conjunto. Las formas del movimiento pueden mejorarse sustancialmente y pueden aprenderse muchas nuevas. Son estos los mejores lapsos para el aprendizaje de las destrezas motoras.
Las capacidades coordinativas y de equilibrio continúan en ascenso y hay un afianzamiento de la relación ojo-mano-objeto.
Las valencias físicas se incrementan pero la flexibilidad empieza a disminuir, por lo que se le debe prestar una especial atención al pasar el tiempo.
Aún en estas etapas, el aparato motor pasivo en general y la columna vertebral en particular, no están todavía lo suficientemente desarrollados y la frecuencia de altas cargas y repeticiones puede producir desgastes y lesiones.
Rasgos característicos del desarrollo óseo:
Excepto los huesos de la región facial, el cráneo y las clavículas, los del tronco y de las extremidades tienen estructura cartilaginosa. El proceso de osificación del esqueleto se completa entre los 22 y 28 años de edad, poniendo fin al aumento de estatura de una persona. La osificación es un proceso en el que las células transformadoras de los cartílagos eliminan a éstos y, en su lugar, las células osificadoras forman el tejido óseo. El hueso que crece es más elástico y no tan flexiblemente fuerte. Por ello, el esqueleto joven no soporta cargas pesadas como el adulto.
La osificación del esqueleto es un proceso prolongado y complicado, regulado por las hormonas y por el trabajo. La tensión muscular es el principal estímulo funcional responsable del crecimiento de los huesos (Dietrich Harre).
Agrega Pila Teleña que el exceso de entrenamiento puede provocar deformaciones y lesiones, entorpeciendo el crecimiento al generar agotamiento.

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