EL NIÑO
Desde que nace hasta los 3 meses de vida:
No hay incidencia genética motriz al nacer. Sólo
existen los movimientos masivos incontrolados (no tienen objetivo) que son
actitudes reflejas para asegurar la supervivencia (respirar, gritar, tragar,
etc.).
Del 4° mes al año:
Adquiere los primeros movimientos coordinados. Cerca
del año comienza la marcha y el “habla”.
De 1 a
3 años:
Sus movimientos son lentos y sin firmeza. Se cansan
rápidamente y tienen poca concentración.
El aprendizaje continúa siendo global y va adquiriendo
algunas conductas simples de las Formas Básicas del Movimiento (agarrar,
arrodillar, gatear, caminar, etc.). Al completarse el tercer año ha aumentado
su fuerza, velocidad y volumen del movimiento. Las Formas Básicas del
Movimiento continúan su desarrollo y al niño le agradan los juegos de ficción y
con rol establecido (ej. de mamá, doctor, etc.).
De 4 a
7 años:
En este período se produce el proceso de “mielinización” [1]
que protege y fortalece a las fibras nerviosas, que incide en el desarrollo de
las capacidades de coordinación y aprendizaje.
Obtenido el dominio de la mayoría de las Formas
Básicas del Movimiento como gatear, caminar, traccionar, escalar, saltar hacia
abajo, correr, lanzar…, también mejoran:
· las combinaciones de movimiento;
· la ejecución motora;
· el ritmo;
· el acoplamiento;
· la elasticidad de movimientos;
· el equilibrio;
· las valencias físicas, especialmente la velocidad y la resistencia
aeróbica.
Los grandes cambios se producen alrededor del 5° año
de vida. Hasta los 6 años hay una tendencia natural por el exceso de actitudes
individualistas y son pocas las incidencias colectivas que acepta.
Esta etapa, con grandes necesidades lúdicas, es
propicia para inculcar a los niños:
· respeto por las reglas del juego;
· saber ganar y perder;
· esperar turno para actuar;
·
subordinar intereses individuales a los
grupales.
De 7 a
10 años:
Otro buen momento para el desarrollo de la motricidad.
Todavía no hay buena atención y concentración para las grandes exigencias
deportivas estructuradas y frecuentes.
A partir de los 9/10 años, con variantes lógicas de
desarrollo, se puede fijar una media adecuada para iniciarse en los primeros
pasos del deporte específico, especialmente en los de conjunto. Las formas del
movimiento pueden mejorarse sustancialmente y pueden aprenderse muchas nuevas.
Son estos los mejores lapsos para el aprendizaje de las destrezas motoras.
Las capacidades coordinativas y de equilibrio
continúan en ascenso y hay un afianzamiento de la relación ojo-mano-objeto.
Las valencias físicas se incrementan pero la
flexibilidad empieza a disminuir, por lo que se le debe prestar una especial
atención al pasar el tiempo.
Aún en estas etapas, el aparato motor pasivo en
general y la columna vertebral en particular, no están todavía lo suficientemente
desarrollados y la frecuencia de altas cargas y repeticiones puede producir
desgastes y lesiones.
Rasgos característicos del desarrollo óseo:
Excepto los huesos de la región facial, el cráneo y
las clavículas, los del tronco y de las
extremidades tienen estructura cartilaginosa. El proceso de osificación del
esqueleto se completa entre los 22 y 28 años de edad, poniendo fin al aumento
de estatura de una persona. La osificación es un proceso en el que las células
transformadoras de los cartílagos eliminan a éstos y, en su lugar, las células
osificadoras forman el tejido óseo. El hueso que crece es más elástico y no tan
flexiblemente fuerte. Por ello, el esqueleto joven no soporta cargas pesadas
como el adulto.
La osificación
del esqueleto es un proceso prolongado y complicado, regulado por las hormonas
y por el trabajo. La tensión muscular es el principal estímulo funcional
responsable del crecimiento de los huesos (Dietrich Harre).
Agrega Pila Teleña que el exceso de entrenamiento
puede provocar deformaciones y lesiones, entorpeciendo el crecimiento al
generar agotamiento.
[1] Mielinización:
es la formación de una vaina de mielina alrededor del axón de la célula
nerviosa. Las fibras no mielinizadas conducen el influjo nervioso, pero a
velocidad menor que las mielinizadas.
Obtenido el dominio de la mayoría de las Formas
Básicas del Movimiento como gatear, caminar, traccionar, escalar, saltar hacia
abajo, correr, lanzar…, también mejoran:
· las combinaciones de movimiento;
· la ejecución motora;
· el ritmo;
· el acoplamiento;
· la elasticidad de movimientos;
· el equilibrio;
· las valencias físicas, especialmente la velocidad y la resistencia
aeróbica.
Los grandes cambios se producen alrededor del 5° año
de vida. Hasta los 6 años hay una tendencia natural por el exceso de actitudes
individualistas y son pocas las incidencias colectivas que acepta.
Esta etapa, con grandes necesidades lúdicas, es
propicia para inculcar a los niños:
· respeto por las reglas del juego;
· saber ganar y perder;
· esperar turno para actuar;
·
subordinar intereses individuales a los
grupales.
De 7 a
10 años:
Otro buen momento para el desarrollo de la motricidad.
Todavía no hay buena atención y concentración para las grandes exigencias
deportivas estructuradas y frecuentes.
A partir de los 9/10 años, con variantes lógicas de
desarrollo, se puede fijar una media adecuada para iniciarse en los primeros
pasos del deporte específico, especialmente en los de conjunto. Las formas del
movimiento pueden mejorarse sustancialmente y pueden aprenderse muchas nuevas.
Son estos los mejores lapsos para el aprendizaje de las destrezas motoras.
Las capacidades coordinativas y de equilibrio
continúan en ascenso y hay un afianzamiento de la relación ojo-mano-objeto.
Las valencias físicas se incrementan pero la
flexibilidad empieza a disminuir, por lo que se le debe prestar una especial
atención al pasar el tiempo.
Aún en estas etapas, el aparato motor pasivo en
general y la columna vertebral en particular, no están todavía lo suficientemente
desarrollados y la frecuencia de altas cargas y repeticiones puede producir
desgastes y lesiones.
Rasgos característicos del desarrollo óseo:
Excepto los huesos de la región facial, el cráneo y
las clavículas, los del tronco y de las
extremidades tienen estructura cartilaginosa. El proceso de osificación del
esqueleto se completa entre los 22 y 28 años de edad, poniendo fin al aumento
de estatura de una persona. La osificación es un proceso en el que las células
transformadoras de los cartílagos eliminan a éstos y, en su lugar, las células
osificadoras forman el tejido óseo. El hueso que crece es más elástico y no tan
flexiblemente fuerte. Por ello, el esqueleto joven no soporta cargas pesadas
como el adulto.
La osificación
del esqueleto es un proceso prolongado y complicado, regulado por las hormonas
y por el trabajo. La tensión muscular es el principal estímulo funcional
responsable del crecimiento de los huesos (Dietrich Harre).
Agrega Pila Teleña que el exceso de entrenamiento
puede provocar deformaciones y lesiones, entorpeciendo el crecimiento al
generar agotamiento.
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